La muerte puede ser para el interesado una liberación de una larga o incapacitante enfermedad, pero siempre es un dolor para los que apreciaron al fallecido, los que lo echan de menos, lo necesitaban y lo admiraban.
Bochaca entró en CEDADE sobre 1970 a través de un contacto con G. A. Amaudruz y el NOE. O sea, tres años después de la fundación de CEDADE en 1967.
Fue una aportación esencial, absolutamente básica. Era una enciclopedia viviente, tenía una formación que ninguno de nosotros, con unos 22 años, podíamos ni soñar pese a nuestros esfuerzos por formarnos.
Solo entrar ya escribió y editamos su primer libro con CEDADE, ‘La Finanza y el Poder’. Y en 1971 su primer artículo en CEDADE nº 28.
No voy aquí a exponer más sobre su labor y vida, ya publicaremos un texto mucho más completo sobre ello y unas docenas de anécdotas suyas de lo más divertidas.
Lo que más me duele es haber perdido el disfrutar de su sentido del humor, su gran y enorme capacidad para hacernos reír mientras nos enseñaba.
Con Bochaca me he reído como con ningún otro camarada, y eso no tenía precio en este mundo de miseria y degradación.
Ya más tarde fui a verlo a su casa muchas veces, con su perro, tratando de libros y revistas, textos y proyectos, hasta que su enfermedad mental me indujo a no ir a verlo más. Prefiero guardar en mi memoria sus charlas y su humor, reírnos juntos y recordar las muchas cosas que vivimos juntos en CEDADE.
No soy de los que cree que nos veremos en el Cielo ni en el Valhalla, simplemente él cumplió su deber en esta chispa de vida que tenemos cada uno, y nos dejó el mandato de hacer lo mismo con nuestro tiempo en este desgraciado mundo.
Así sea.