Exaltación contra la barbarie. Por Onésimo Redondo

Hitler es el juramento del exterminio contra el marxismo. “Dentro de diez años -dice- no habrá marxismo”. Y también: “La joven Alemania viene a salvar la civilización del bolchevismo”. La primera promesa está en camino rápido de cumplirse: no cuesta gran trabajo vislumbrar el éxito, tras el triunfo impresionante del 5 de marzo.

¿Y la otra? ¿Habrá brotado en la Europa central el nuevo Carlomagno? Porque no de otra gesta histórica se trata que de salvar, como el oscuro siglo VIII, el orden y la ética de las apetencias ciegas de grupos que renuncian a la vida civilizada; la jerarquía y el espíritu de entre el barro de la disolución moral y la exaltación de los peores; la responsabilidad personal y las ideas universales, de la servidumbre a un despotismo colectivo, a la degradación política del Estado-Horda…

Cristianismo frente a comunismo; civilización contra barbarie.

¿Habrá sonado la hora de la batalla definitiva? ¿Por qué no podemos esperar que el estampido de Berlín haga temblar hoy y derribe mañana las torres de Moscú?

Por de pronto la resolución germana que ha encontrado un Jefe, un Caudillo, servirá para rasgar con hierro -hierro militar con reciente temple de imperio y de fe- las nuevas MARCAS del Oriente. El Tercer Imperio de Centroeuropa detendrá en la raya bárbara del Oriente la ola de regresión que, entre espumas de amenazas despiadadas e impías, avanzaba segura sobre una Europa minada por fermentos de ruina. Sí, Hitler, el otro Carlomagno, restaura la barrera secular que separa las dos partes de Eurasia. Quédese Moscú con sus tinieblas y su dolor. Renuncie a ganar Occidente, donde ya las armas cataláunicas relucen en la ribera de la Alemania y sobre las mesetas meridionales de la latinidad (Italia ayer, ¡ESPAÑA MAÑANA!)…

Pero… ¿es que para Rusia ya se oyó la trompeta del fin? ¿Ninguna cruz volverá a alzarse sobre las torres del Kremlin y de S. Basili? ¿Nadie arrancará la blasfemia nihilista y la momia salvaje de la plaza roja?

Siempre la esvástica, la cruz-hacha, símbolo de prehistoria, abrió los caminos de la cruz latina. Y donde se consagró a la esvástica como símbolo de pureza patriarcal, llenó luego la Historia la cruz de Cristo, penetrando en las entrañas de la familia y de la tierra, abriendo allí surcos de siglos (Vasconia, raíz de Hispania; Baviera, nudo católico de Austria y Prusia… ). ¿Se correrá en triunfo la epopeya germano-cristiana hacia el oriente bárbaro? Por primera vez, desde la rota del imperio de Carlos V, ya no se habla contra Roma desde Prusia, al invocar el cristianismo. Y esto es un gran augurio. Podrán estropear los hombres con su estrechez corriente de ideales lo que hoy representa una excepción de nobles imperios. Podrá malograrse el augurio; pero es lo cierto que después de Carlos V -mejor hoy que con Carlos V- por vez primera se reúne la histórica Europa Central bajo un solo centro, dispuesta a defenderse Y A DEFENDERNOS del Oriente. Entonces “la media luna” dió vista a Viena; hoy “la hoz” -que siega cumbres- y el martillo -que derriba cruces- se meten por las fisuras que la desesperación y el escepticismo abrieron en los caducos estados liberales de Occidente.

HITLER ES LA CRUZ ESVÁSTICA CONTRA LA HOZ, COMO CARLOS V, el sucesor de Carlomagno, ERA LA CRUZ DE CRISTO CONTRA LA MEDIA LUNA. Y LA FRANCIA MASÓNICA, COMO EL VENCIDO DE PAVÍA, MÁQUINA DE ALIANZAS CON EL NUEVO TURCO PARA OPONERSE AL IMPERIO. FRANCIA CULTIVA LA AMISTAD DE LOS CRIMINALES DE MOSCÚ.

¿Y España? ¿Nada tiene que hacer España en esta cruzada? Sepan nuestros jóvenes cuánto significa que quien ha sabido despertar una raza con la palabra, la organización y el combate, llegue a la cumbre invocando a Dios. “Venimos -dijo- a devolver al pueblo la fe en Dios que había perdido”. Y en su prensa, en el periódico que desde el principio habla por Hitler, veía yo hace pocos días un dibujo con esta leyenda: “Enséñale tú a amar a Dios. Yo le he enseñado a amar a su Patria”. Quien lo dice es un guerrero civil, la personificación de las milicias hitlerianas, que presenta un adolescente -la joven Alemania- y se lo muestra a un sacerdote. Y el sacerdote, hostil o receloso, se deja suplicar. Parece representar al “Centro católico”, mejor a la Iglesia católica (no a la luterana) constante y clamorosamente requerida por Hitler en los últimos meses para que se incorpore a la lucha nacional contra la barbarie ateísta. ¿Se acercará el sacerdote católico a Hitler, ídolo hoy de tantos protestantes, pero católico él? ¿Se abrirá por acaso la luz verdadera más amplios caminos entre las tinieblas de Rusia? ¿Y por qué no hemos de soñarlo? ¿Y por qué no ha de ser posible?… Pero la epopeya nueva de cristianismo contra barbarie no interesa sólo a Prusia ni ahí puede encerrarse. TAMBIÉN ESPAÑA, EL ÁPICE BRILLANTE Y DEPURADO DE OCCIDENTE, PROYECTADO Y MULTIPLICADO MÁS ALLÁ DE LOS MARES, SUFRE LA AMENAZA HUMILLANTE DE LA HOZ. TAMBIÉN AQUÍ ENARBOLAREMOS LA CRUZ, PARA REDIMIR A UN PUEBLO EXPLOTADO PRIMERO Y ENGAÑADO DESPUÉS, que desciende hasta perder la fe en todo, hasta entregarse a la desesperación y al crimen como ideal.

Y también aquí recordaremos a Carlos V, el campeón de la cruz, como no fue negado por los españoles como por los prusianos, derrama más genuina descendencia espiritual sobre esta parte de su imperio, donde sus huesos duermen con honra. Resucitemos, jóvenes, la bandera del emperador. DEMOS LA MANO CON SOBERBIO ALIENTO DE CASTELLANOS DE FE Y HAMBRIENTOS DE CONQUISTA, A LA OTRA MITAD SECULAR DE LA CRISTIANDAD EUROPEA, ERGUIDA EN NÚMERO DE MILLONES PARA LA GRAN CRUZADA.

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