No todo está permitido. Por Mikelatz

«¿Qué éxito? ¿El que consiste, vendiendo su alma por un plato de lentejas, en ser tolerados, admitidos por gente que controla el poder, todos los poderes, y que exige que haya que plegarse a los dogmas de lo políticamente correcto?»
Pierre Vial.

El camino que muchos emprendieron hace ahora 25 años en España, por imitación de lo que ya se había empezado antes en otros países como Francia o Bélgica, puede darse hoy por concluido. Aquel camino sin retorno que, con la excusa de los votos, los apoyos y los «éxitos», exigía no hacer ninguna referencia al nacionalsocialismo ni a ninguno de los otros «fascismos» de los años 30, ha llegado a su final. Y el final no es otro que insultar y atacar cobardemente a esos mismos movimientos de los años 30 de los que no convenía hablar, perpetuar las mentiras del Sistema y consumar una anunciada traición que, de hecho, no debería sorprender a nadie.

Hay que reconocer que quienes iniciaron aquella andadura de la llamada «autonomía histórica» fueron más hábiles a la hora de proponer sus ideas a sus viejos camaradas, pues convencieron a muchos, y es lógico pensar que las organizaciones, como por ejemplo CEDADE, que en aquel entonces seguían una línea que podríamos llamar «continuista» no debían estar haciendo algunas cosas del todo bien, pues no pudieron resistir el empuje de los autonomistas. Ese tema deberá sin duda ser tratado en futuros artículos. Ahora centrémonos en quienes supieron imponer sus postulados autonomistas, aunque, mirándolo de la manera más fría posible, bien parece que su único acierto fue precisamente ese… Seguir su estrategia no nos ha dado votos, apoyos o «éxitos». 25 años después, bien podría decirse que sus habilidades como vendedores de crecepelo eran intachables pero sus habilidades como políticos aún están por demostrar.

Estos grupos autodenominados autónomos han prohibido en muchas ocasiones a los asistentes a sus actos portar símbolos y otros elementos «del pasado». Esa costumbre sigue vigente hoy en día, aunque a veces sea una especie de norma no escrita y de la que no se quiera hablar mucho. Igualmente, cuando se ha intentado formar coaliciones entre ambas facciones, o simplemente compartir espacio en algún evento concreto, el sector autónomo siempre ha puesto como condición innegociable esa misma supresión de siglas, consignas y símbolos relacionados con los referentes históricos del otro sector, dando como resultado no pocas polémicas y pactos rotos, si bien una suerte de «síndrome del hijo pródigo» suele provocar que el sector que no reniega de su pasado se preste a nuevas intentonas y se vuelva así a la casilla de inicio una vez más, repitiéndose inevitablemente todo el proceso. Y así ad nauseam. A veces parece que el karma existe, y son ahora esos grupos «sin pasado» quienes son rechazados en actos organizados por el Sistema. Lo hemos visto recientemente en Cataluña cuando ciertas formaciones que dicen luchar por una «Cataluña hispánica», y que se han esforzado más de lo necesario (y de lo que nadie les ha pedido) en aclarar que no son nazis ni fascistas, han sido marginadas y expulsadas de todos los actos oficiales y oficiosos contra el separatismo. No deben darnos ninguna pena, pues fueron ellos mismos quienes empezaron esa dinámica y ahora solo están recibiendo su propia medicina. Algunos de nosotros incluso nos lo tomamos con humor y agradecemos este pequeño y divertido regalo kármico. Y es que Dios aprieta pero no ahoga.

Que algunos militantes de formaciones nacionalsocialistas lleguen a abandonar sus ideas, diremos «evolucionar» para no ofender a nadie, y quieran militar en otro tipo de organizaciones es algo lógico. Puede pasar. Que, durante estos últimos 25 años, se haya dado esa circunstancia más veces de las que la mera estadística pudiera prever, y siempre esgrimiendo los mismos argumentos de votos, apoyos y «éxitos», debería poner en alerta a las citadas formaciones nacionalsocialistas y, como decíamos antes, hacer que se replantearan ciertos temas. Pero que ahora muchos de aquellos «nazis evolucionados», en su afán arribista y su desesperación por ser aceptados por el Sistema, se dediquen a insultar a nuestros referentes históricos y a denigrar nuestra cosmovisión solo puede ser tomado por nosotros como casus belli.

Algunos, por pocos que podamos ser, tenemos claro cuál es nuestro lugar y no comulgaremos con ruedas de molino. En vez de seguir mirando hacia otro lado, fingir amnesia y compartir espacio con quienes nos insultan y desprecian, es hora de dar respuesta, de revertir aquel proceso iniciado hace 25 años y de acabar con el maldito «síndrome del hijo pródigo» que nos ha hecho tantas veces tolerar conductas inadmisibles. No todo puede estar permitido. Si hablan y se comportan como nuestros enemigos, tratémoslos como tales.

Todos hemos leído en el colegio «El Señor de las Moscas». El libro narra la historia de unos niños que, al estrellarse el avión en el que viajaban, quedan atrapados en una isla, solos y sin adultos. Allí se acaban dividiendo en dos grupos. Por un lado, hay unos niños que recuerdan de dónde vienen, que confían en lo que han aprendido de sus mayores e imponen una serie de normas de convivencia en un intento de crear una sociedad inspirada en lo que aprendieron de los adultos, y que en definitiva tratan de construir un mundo siguiendo el ejemplo de sus padres. Por otro lado, en cambio, hay un grupo que solo piensa en el presente, que cree que hay que olvidarse de los adultos y que no es necesario seguir su ejemplo para sobrevivir. El primer grupo piensa que manteniendo una hoguera siempre encendida los adultos los encontrarán. El segundo grupo desprecia la idea de la hoguera y cree que lo que todos deben hacer es adaptarse a la vida en la isla con planteamientos nuevos. A medida que avanza el libro, estos últimos niños se van volviendo más egoístas y salvajes, se comportan como bestias, olvidan totalmente su educación y todo lo que han recibido de los adultos y acaban atacando al otro grupo e incendiando la isla.

El paralelismo es tan claro que no es necesario un análisis demasiado sesudo. Aquellos que olvidan de dónde vienen se vuelven unos salvajes y, en su frustación por no conseguir sus objetivos inmediatos, insultan y desprecian a sus antecesores y atacan a quienes, a diferencia de ellos, pretenden mantener su fidelidad. Recae en la conciencia de cada uno elegir al lado de quién quiere estar.

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