El «Estado de la Orden» y las SS. Por Julius Evola

Consideremos ahora algunas iniciativas del Tercer Reich que, desde nuestro punto de vista, no están desprovistas de interés y en las cuales han actuado influencias y requisitos ligados parcialmente a las ideas de la «revolucion conservadora». Se trata de todo lo que estaba en relación con el concepto, o el ideal, de un Ordensstaat, es decir, de un Estado dirigido por una Orden (en oposición partícular a la fórmula del Estado-Partido) más allá de las fórmulas colectivizantes de la Volksgemeinschaft, de la colectividad nacional-racial y del «Estado del Führer» con base totalitaria, populista y dictatorial.

En cierta forma, se recuperaba así la tradición de los orígenes prusianos. Se sabe, en efecto, que el núcleo original de Prusia fue una Orden, la Orden de los Caballeros Teutónicos, que fueron llamados en 1226 por el duque polaco Conrad de Mazovia para defender las fronteras del Este. Los territorios conquistados y los dados en feudo formaron un Estado dirigido por esta Orden, protegida por la Santa Sede, de la que dependía en términos de disciplina, y por el Sacro Imperio Romano. Este Estado comprendía Prusia, Brandeburgo y Pomerania; fue a parar a los Hohenzollern en 1415. En 1525, con la Reforma, el Estado de la Orden se «secularizó», emancipándose de Roma. Pero si el lazo propiamente confesional de la Orden se encuentra así atenuado, este no conserva menos su fundamento ético, ascético y guerrero. Así continúa la tradición, que da forma al Estado prusiano bajo sus aspectos más característicos. Paralelamente a la constitución de Prusia en reino, la Orden del Águila Negra fue creada en 1701, Orden ligada a la nobleza hereditaria, que recuperó como divisa la de los orígenes y del principios clásico de justicia: Suum cuique. No deja de tener interés señalar que, en la formación «prusiana» del carácter, especialmente lo que respecta al cuerpo de oficiales, se refería explícitamente a una recuperación viril del estoicismo a través del dominio de uno mismo, la disciplina, la firmeza de alma y un estilo de vida sobrio e íntegro. Así, por ejemplo, en el Corpus Juris Militaris introducido en las Academias en el siglo XVIII se recomendaba al oficial el estudio de las obra de Séneca, Marco Aurelio, Cicerón y Epíctero; Marco Aurelio en particular fue una de las lecturas de Federico el Grande. Correlativamente, se alimentaba cierta antipatía por el intelectualismo y el mundo de las letras (se puede recordar a este respecto la actitud sarcástica y drástica de Federico-Guillermo I, el «Rey Soldado» que quería hacer de Berlín una «Esparta nórdica»). El lealismo («libertad en la obediencia») y el principio del servicio y del honor caracterizaban a la clase política superior que dirigía el Estado prusiano, antiguamente «Estado de la Orden», y lo que le confería su forma y su fuerza.

Quizás es preciso indicar también la influencia que ejerció en algunos medios en un período más reciente y durante la República de Weimar la Bundesgedanke, el pensamiento o el ideal Bund, que implicaba formas organizativas. Bund quiere decir, en general, liga o asociación; pero, en este caso específico, en la expresión había un contenido próximo al de Orden, y no estaba carente de relación con lo que había sido designado en ciertas investigaciones etnológicas y sociológicas bajo el nombre de Männerbund, es decir, la «sociedad de hombres». Se pensaba en una élite definida mediante una solidaridad exclusivamente viril, mediante una especie de autolegitimidad. En Alemania, antes mismo del desarrollo del nacionalsocialismo, nacieron diferentes Bünde que, a pesar de contar con modestos efectivos, tener orientaciones distintas y un carácter casi siempre exclusivo, en los casos donde el dominio de sus intereses interfería con el dominio político, eran partidarios de un régimen elitista, opuesto a los regímenes de masas.

Considerando estos precedentes, es preciso saber que la idea que podía servir para corregir el hitlerismo era que el Estado debía ser dirigido, antes que por un partido único, precisamente por algo parecido a una «Orden» y que, por lo tanto, en el Tercer Reich, una de las tareas fundamentales era la creación de cuadros cualificados por medio de una formación sistemática de una élite, concebida como la encarnación típica de la idea de un nuevo Estado y de la visión del mundo correspondiente. Con esta diferencia parcial, en relación a la tradición precedente, que aquí se tomaba en consideración, además de las cualidades del carácter, cualidades físicas, el factor «raza» -con una referencia particular al tipo nórdico- era realzado. Las iniciativas tomadas en este sentido por el Tercer Reich fueron fundamentalmente dos.

La primera fue la constitución, mediante el partido, de tres Ordensburgen, de tres «castillos de la Orden». Se trataba de complejos con edificios cuya arquitectura quería inspirarse en el viejo estilo nórdico-germánico, con amplios terrenos anexos, bosques, prados, y lagos, donde los jóvenes eran acogidos tras una selección previa. Se les daba una formación militar, física e intelectual, se les enseñaba una cierta «visión del mundo», una parte especial estaba dedicada a todo lo que se tenía que ver con el valor y la resolución, con pruebas físicas bastante duras. Además, en los Castillos ocasionalmente tenían lugar procesos jurídicos con los aspirantes, o Junker, que se llevaban a cabo ante el público: se elegían procesos donde el honor y otros valores éticos jugaban un papel importante, a través del debate, la sensibilidad moral y las facultades naturales de juicio de los individuos. Rosenberg supervisaba los Ordensburgen; sus ideas servían de fundamento esencial para el adoctrinamiento, lo que, dadas las reservas que hemos hecho sobre ellas, introducía en el conjunto un factor problemático. Los jóvenes salidos de estas instituciones, en las que llevaban una vida en «sociedad de hombres solos», aislados del resto del mundo, habrían asumido la posesión de un título particular y preferencial para asumir funciones políticas y obtener puestos de responsabilidad en el Tercer Reich o, más bien, en lo que el Tercer Reich hubiera debido convertirse.

Pero las SS tuvieron mucha más importancia. A partir de la propaganda bien conocida en la posguerra, apenas se habla de las SS, la mayor parte de la gente piensa especialmente en la Gestapo, en los campos de concentración, en el papel que algunas unidades de las SS jugaron en las represalias durante la guerra. Todo esto es una simplificación bastante grosera y tendenciosa. No entraremos en este terreno aquí, ya que no tenemos porque ocuparnos de esas circunstancias. En ese caso, como en otros, solo los principios nos interesan aquí, las ideas directrices que es preciso estudiar independientemente de lo que algunas de sus aplicaciones pueden haber dado lugar. Es preciso pues aclarar algunos aspectos de las SS generalmente ignorados (o que se prefiere ignorar).

En el origen, las dos letras SS eran las iniciales de Saal-Schutz, designación de una especie de guardia personal que Hitler, durante el primer período de su actividad, tenía a disposición para su protección y para el servicio de orden en las reuniones políticas. Entonces no era más que un pequeño grupo. A continuación, las dos S se refirieron a Schutz-Staffeln (literalmente «batallones de protección») y fueron estilizados con dos signos en zig-zag, los cuales reproducían un viejo signo nórdico-germánico, las «runas de la victoria» e, igualmente, la «fuerza-rayo». Se llega a la formación de un verdadero cuerpo para la protección del Estado, a partir de ese momento -el «Cuerpo Negro»- distinto de las Camisas Pardas, o SA. Hitler y Göring se sirvieron de este cuerpo en la represión del 30 de junio de 1934, que puso fin a las veleidades de una «segunda revolución» radical en el interior del partido. Por su papel en esta acción, las SS obtuvieron un estatuvo y poderes particulares; fue considerada como la «guardia de la revolución nacionalsocialista».

El verdadero organizador de las SS fue Heinrich Himmler, quien fue nombrado Reichsführer-SS, es decir jefe de las SS para todo el Reich. Himmler era de origen bávaro y educacion católica. Mientras era estudiante de agronomía había formado parte en 1919 de los cuerpos de voluntarios que lucharon contra el comunismo. Tenía tendencias promonárquicas y conservadoras de derechas que le habían sido transmitidas por su padre, el cual había sido el preceptor lealista del príncipe heredero Enrique de baviera. Pero el ideal de una Orden ejercía sobre él una fascinación particular; su mirada estaba fijada en los voluntarios de la antigua Orden de los Caballeros Teutónicos, de la que ya hemos hablado. Las SS hubieran debido ser un cuerpo capaz de asumir bajo una nueva forma la misma función de núcleo central del Estado que la nobleza había tenido con su lealismo. Para la formación del hombre de las SS, Himmler contempló una mezcla de espíritu espartano y de disciplina prusiana. Pero tuvo influencias también de la Orden de los Jesuitas (Hitler decía de él bromeando que Himmler era su «San Ignacio de Loyola») en lo que concernía a cierta despersonalización llevada hasta límites inhumanos. Así, se decía por ejemplo desde el principio que aquel que quería formar parte de las SS debía estar dispuesto, si era necesario, por su fidelidad y su obediencia, a no perdonar a ninguno de sus hermanos; o que para un SS las excusas no existían; solo la palabra dada era algo absoluto. Por citar un ejemplo, extraído de un discurso de Himmer, se podía perdir a un SS que se abstuviera de fumar; si no prometía hacerlo, era expulsado, pero si lo prometía y no cumplía, entonces «no le quedaba otra vía más que el revolver», es decir, el suicidio. Pruebas de valor físico eran previstas en los regimientos militarizados: por ejemplo, deber permanecer en calma en posición de firmes, esperando la explosión de una granada colocada sobre el casto de acero que llevaba.

Existía otro aspecto particular: la cláusula racial. Además de a la sangre «aria» (ascendencia aria probada hasta al menos 1750) y a una constitución física sana, se concedía gran importancia al tipo racial nórdico de estatura alta. Himmler, además, habría querido hacer de la SS una Sippenorden, es decir, una Orden que, a diferencia de las antiguas órdenes de caballeros, habría correspondido en el futuro a una raza, a una sangre, a un linaje hereditario (Sippe). En consecuencia, la libertad de elección de matrimonio del SS estaba muy limitada. No debía casarse con cualquier mujer (por no hablar de mujeres de otra raza). Era necesaria la aprobación de una oficina racial especializada. Si no se aceptaba su decisión, había que abandonar la Orden, pero en el momento de la admisión (tras un período probatorio), esta cláusula estaba claramente precisada para el aspirante SS. Así se reafirmaba el biologismo racista, ligado a cierta trivialización del ideal femenino, otorgando un relieve particular al aspecto «madre» de la mujer.

Mientras que Hitler mantenía una aversión por los descendientes de las viejas casas reales alemanas, Himmler tenía una debilidad por ellas y estimaba que las SS eran, en el Tercer Reich, el único cuerpo que podía ser adecuado para los príncipes. De hecho, diferentes representantes de la nobleza formaron parte de ella. El príncipe Waldeck-Pyrmont se había enrolado en 1929; en 1933 se adhirieron los príncipes de Mecklenburg, Hohenzollern-Sigmaringen, Lippe-Biesterfeld, etc. El príncipe Philippe de Hesse era un amigo personal de Himmler desde hacía tiempo. La aproximación de esta importante organización del Tercer Reich a la nobleza alemana en los últimos años se expresó también en las relaciones cordiales mantenidas con el Herrenklub de Berlín (el «Club de los Señores») y en el hecho de que Himmler diera un discurso en la Deutsche Adelsgenossenschaft (la Corporación de la Nobleza Alemana). Las relaciones con el ejército fueron más reservadas, no tanto por divergencias de orientación como por razones de prestigio, cuando fueron creados en las SS regimientos armados y militarizados y, finalmente, divisiones reales que debían adoptar el nombre de Waffen-SS. Sin embargo, fue Paul Hausser, que había abandonado el ejército cuando era teniente coronel para militar en las filas de la «revolución conservadora» y del Stahlhelm de Seldte, quien reorganizó la Academia de las SS en 1935 y supervisó después la escuela de cadetes de las SS en el Welfenschloss de Brunswick.

En su desarrollo, las SS se ramificaron en múltiples secciones, algunas de las cuales, dado su carácter específico, probablemente dejaron los aspectos de «Orden» en segundo plano. Podemos ignorar aquí a la «Cabeza de la Muerte» de las SS, que tenía funciones paralelas a las de la policía ordinaria y la policía estatal (además, por un decreto del 17 de junio de 1936, Himmler también fue nombrado jefe de la policía del Ministerio del Interior); es a este sector de las SS al que eventualmente se atribuyen algunos aspectos negativos del cuerpo, utilizados para presentar como abominable a todo el cuerpo. Señalaremos solamente la Verfügungstruppe SS, que era una fuerza armada «a disposición», dependiente directamente del jefe del Reich, en julio de 1940 da nacimiento a las Waffen-SS, es decir, a unidades militares de élite cuya elevada preparación (dada la formación personal exigida al hombre de las SS) durante la Segunda Guerra Mundial debía imponer al enemigo respeto y admiración. La sección Rusha (iniciales de Rasse und Siedlungshauptamt), que se ocupaba de cuestiones raciales y de colonización interior, puede igualmente omitida. Son iniciativas de orden cultural de las SS las que pueden ser de interés aquí.

La realización del ideal de Himmler se encontró con una especie de hándicap en el hecho de que una Orden en sentido propio debía tener igualmente un fundamento espiritual; pero, en este caso concreto, no podía haber ninguna referencia al cristianismo. De hecho, la orientación anticristiana, la idea de que el cristianismo era inaceptable en razón de todo lo que contenía de no-ario y de no «germánico», era una idea que estaba muy presente en las SS y, a pesar de cierta tensión existente entre Himmler y Rosenberg, en este punto había entre los dos una indiscutible convergencia de puntos de vista. Estando excluidos el catolicismo y el cristianismo, el problema se reducía al de la visión del mundo en todo todo lo que fuera más allá de la severa disciplina y la formación carácter; las SS tenían también la ambición de ser una Weltanschauuliche Stosstruppe, es decir, una fuerza de ruptura en el campo de la Weltanschauung preciamente. Desde hacía tiempo, en el seno de las SS se había constituido la SD, o «Servicio de Seguridad» (Sicherheitsdienst), que habría debido tener también, en principio, actividades culturales y de control cultural (declaración de Himmler en 1937). Aunque la SD se desarrolló más tarde en otras direcciones, incluido el contraespionaje, su Oficina VII siguió siendo cultural , y sabios y profesores serios formaron también parte la SD. Además, se podía llegar a ser un SS «de oficio», ad honorem (Ehrendienst, servicio honorífico): esta posibilidad concernía a las personalidades de la cultura que se estimaba que habían aportado una contribución válida en la dirección que hemos indicado antes. Podemos citar, por ejemplo, al profesor Franz Altheim, de la universidad de Halle, célebre historiador de la Antigüedad romana, y al profesor O. Menghin, de la universidad de Viena, eminente especialista de la Prehistoria. La Ahnenerbe, instituto particular de las SS, tenía como tarea realizar investigaciones sobre el legado de los orígenes, desde el campo de los símbolos y de las tradiciones hasta la arqueología.

De hecho, se dirigió la atención hacia lo que se podía extraer de esta herencia en cuanto a visión del mundo y en este campo de investigación se dejó de lado el exclusivismo nacionalista que existía en algunos círculos. Por ejemplo, Himmler subvencionó al holandés Hermann Wirth, autor de «La Aurora de la Humanidad», gran obra sobre los orígenes nórdico-atlánticos, e invitó a pronunciar algunas conferencias a un autor italiano que realizaba investigaciones en este terreno igualmente y, en general, sobre el mundo de la Tradición, manteniéndose a distancia del catolicismo y del cristianismo, pero evitando las desviaciones ya señaladas por nosotros sobre Rosenberg y otros autores.

Se desprende de todo esto que las SS presentaron un marco bastante diferente y más complejo de lo que generalmente se cree. Si algunas de estas iniciativas particulares se quedaron solo en proyectos, el hecho de haberlas concebido tiene un sentido. En principio, el idea de un «Estado de la Orden», en su oposición al Estado totalitario, dictatorial, de masas, y al Estado-partido, no puede ser juzgado más que positivamente desde el punto de vista de la derecha; ya hemos tenido ocasión de expresarnos a este respecto criticando la noción fascista del partido único. En el caso específico de Alemania, todo habría dependido de esto: en qué media se habría podido lograr una integración de los elementos de la derecha aún presentes con una rectificación de los aspectos del Tercer Reich que eran para algunos representantes de la «revolucion conservadora» y del espíritu prusiano una falsificación usurpada de sus ideales.

Las SS adquirieron cada vez más importancia política, hasta el punto de que se podía hablar de ella como de un «Estado dentro del Estado» o, más precisamente, de un «Estado SS». En efecto, tuvo células en numerosos puestos clave del Reich, en la administración, la diplomacia, etc. La concepción de un Estado de la Orden implicaba, de hecho, que los hombres de la Orden fueron designados para estos puestos, tal como fue el caso de la nobleza en el pasado.

Finalmente, es preciso hacer una alusión a las Waffen-SS. Después del mes de julio de 1940, las formaciones de las SS, que originalmente habían sido concebidas como una «fuerza a disposición» en tiempos de paz , dieron nacimiento a unidades militares y a divisiones blindas que, aún guardando cierta autonomía, lucharon al lado de la Wehrmacht. De estas Waffen-SS nació, hacia finales de la Segunda Guerra Mundial, lo que algunos llamaron «el primer ejército europeo». Himmler aprobó la idea, formulada primeramente por Paul Hausser y recuperada luego por Gottlob Berger, de formar divisiones de Waffen-SS con voluntarios de todas las naciones para luchar contra la Rusia comunista y defender Europa y su civilización. Así, fue prácticamente recuperada la función que había tenido en los orígenes la Orden de los Caballeros Teutónicos como guardia en el Este, y que había animado a los Freikorps, los voluntarios que habían combatido a los bolcheviques en las regiones orientales y en los países bálticos tras la Primera Guerra Mundial. En total, más de 17 naciones estuvieron representadas en las Waffen-SS, con divisiones reales: franceses, belgas, holandeses, escandinavos, belgas, holandeses, ucranianos, españoles e incluso suizos, etc. El conjunto contó con 800.000 combatientes, de los cuales solamente una parte procedía de la zona germánica; a los voluntarios no les importaba ser considerados a veces, debido a esto, como traidores y «colaboradores». Tras la guerra los supervivientes fueron a menudo perseguidos en sus respectivas naciones.

En un discurso pronunciado en Poznan el 4 de octubre de 1943, Himmler habló directamente de las SS como de la Orden armada que, en el futuro, tras la eliminación de la Unión Soviética, habría debido hacer guardia en Europa sobre los Urales contra las «hordas asiáticas». Lo importante es que en esta situación se produjo un cambio de perspectiva. Se cesa de identificar la «arianidad» con el «germanismo». Se quería combatir no por un nacionalsocialismo expansionista basado en un racismo unilateral, ni por el pangermanismo, sino por una idea superior, por Europa y por un «Nuevo Orden» europeo. Esta orientación ganó terreno en las SS y se expresó en la Declaración de Charlottenburg publicada por la Oficina Central de las SS hacia final de la guerra; este texto era una respuesta a la declaración de San Francisco hecha por los aliados sobre los objetivos de la guera, «Cruzada de la Democracia». En esta Declaración de Charlottenburg se hablaba de la concepción del hombre y de la vida en el Tercer Reich y, sobre todo, del concepto de Nuevo Orden, el cual no debería ser hegemónico, sino federalista y orgánico.

Es preciso recordar, por otra parte, que se le debe a Himmler un intento de paz in extremis (considerado por Hitler como una traición). A través del conde Bernadotte, Himmler transmitió a los aliados occidentales una propuesta de paz por separado, a fin de continuar la guerra sólo con la Unión Soviética y el comunismo. Se sabe que esta propuesta –que, si hubiera sido aceptada, habría podido asegurar a Europa otro destino, evitando así la «guerra fría» que seguiría y la transición al comunismo de la Europa situada tras el «telón de acero»- fue rechazada en nombre de un ciego radicalismo ideológico, al igual que había sido rechazada, por la misma razón, la oferta de paz hecha por Hitler a Inglaterra en términos razonables, durante un famoso discurso en 1940, en un momento en que los alemanes eran los vencedores.

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